Una de las cosas más fascinantes de poner en práctica nuestra transformación digital es que nos obliga a ponernos objetivos de aprendizaje.
Cuando se trata de prepararnos para el futuro, no podemos acudir a un manual que nos diga las cosas qué tenemos que aprender cada semana para conseguir los resultados que queremos en unas semanas o meses.
Aprender es mucho más que asistir a un curso de formación. Simon Dolan, profesor de la catedra Future of Work de Esade, decía en una entrevista tan sólo hace tres años que “la mayoría de business schools y grados de ADE cerrarán en un máximo de 10 años”.
Estamos aprendiendo a crear nuestro futuro.
Las oportunidades que se abren parecen tender al infinito.
Necesitamos aprender habilidades muy diversas. Una parte importante del aprendizaje está relacionado con la implementación y el uso de herramientas tecnológicas.
Pero la transformación principal trata de que seamos actores principales de hacer que las cosas pasen.
Estamos mejorando nuestra capacidad de aprender a ser más efectivos transformando nuestro negocio a digital.
Nos exige ser conscientes de la necesidad de cambio y esfuerzo.
Nos exige aprender, desaprender y seguir aprendiendo.
El problema del aprendizaje es el ritmo.
¿Cómo podemos saber si estamos yendo demasiado lentos?
¿Cómo podemos saber si estamos dedicando el esfuerzo necesario?
¿Cómo podemos equilibrar las necesidades del negocio actual con las capacidades necesarias para el negocio futuro?
¿Hay algo más que deberíamos estar haciendo?
Son preguntas difíciles porque son inciertas en el resultado, que de algún modo les debemos dar respuesta y nos exigen mucha energía.
El lado oscuro del aprendizaje es la parte emocional. Las emociones negativas que surgen ante la incertidumbre de las respuestas nos restan capacidad.
¡Aprender cosas nuevas es muy exigente!
Los estudios demuestran que las personas con objetivos claros obtienen muchos mejores resultados que los que tienen aspiraciones vagas del tipo “hacer un buen trabajo”.
Definiendo objetivos, las personas podemos gestionar estas emociones de forma más fácil y conseguir progreso en nuestro aprendizaje.
Nuestra solución es considerar el aprendizaje como un proyecto más de los que llevamos a cabo para nuestros clientes.
Como en cualquier proyecto, identificamos cuáles son las necesidades que tenemos, qué necesitamos aprender. Cuando lo hemos definido, podemos identificar objetivos claros en una fecha determinada. Como en cualquier proyecto, hay que hacer seguimiento si el ritmo de avance es el esperado o no lo es.
Desde hace unos meses, una de nuestras estrategias preferidas es hacernos cada semana la pregunta: ¿Qué hemos aprendido?
Estamos aprendiendo a hacer que pasen cosas a partir del conocimiento.
Estamos aprendiendo nuevas formas de construir confianza, con herramientas nuevas, con canales nuevos y con propuestas de valor nuevas adaptadas al paradigma digital.
Lo que no cambia es el ingrediente fundamental: la confianza. Es la clave para que una persona pueda convertirse en nuestro cliente y le podamos ayudar a conseguir sus objetivos.
El motivo es ampliar nuestro alcance. El foco está en el futuro.
Nos apasiona aprender cosas nuevas, así que aprender a crear el futuro ¡es realmente motivador!
¡Seguimos!