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Aprender a emprender

Gracias a Internet y la tecnología digital, las posibilidades de crear modelos de negocio son infinitas.

La realidad es que la vida media de las empresas cada vez es más corta.

Tener una empresa ahora es asumir más riesgo que nunca.

¿Cómo nos protegemos?

La solución para no dejarnos vencer ante los riesgos y la incertidumbre es aprender a minimizarlos a medida que avanzamos.

Cuando has aprendido porque fracasan las empresas, es más fácil aprender a prevenirlo.

Los dos motivos más habituales de fracaso empresarial son:

  1. Lanzar al mercado un producto que nadie quiere
  2. Entrar en la lucha de competir por precio por falta de innovación

La primera es fácil evitarla. Miles de emprendedores fracasan porque se enamoran de su idea inicial antes de testarla con el mercado.

La segunda es más peligrosa porque es demasiado fácil caer en ella.

El tamaño de tu empresa no es una excusa para no innovar.

Si piensas que tus recursos son limitados, recuerda que… ¡siempre lo son!

La transformación digital es aceptar que entramos en un ciclo de innovación continua en el que aprendemos a emprender.

Lo importante no es lo que hacemos sino la necesidad que cubrimos.

Y las necesidades de las personas no dejan de evolucionar.

La transformación digital no tiene nada que ver con las herramientas.

La transformación digital es prepararse a cambiar y no dejar de cambiar.

  • Decidiendo la necesidad que queremos resolver para un público especifico y concreto
  • Orientándonos a solucionar esta necesidad aprendiendo nuevas capacidades y poniendo todos los medios tecnológicos a nuestro alcance.


¿Cómo aprendemos?

Nuestra capacidad de aprender cuando queremos resolver un problema se dispara.

Aprendemos:

  1. El 10% de lo que leemos
  2. El 20% de lo que oímos
  3. El 30% de lo que vemos
  4. El 50% de lo que vemos y oímos
  5. El 70% de lo que debatimos con otros
  6. El 80% de lo que hacemos
  7. El 95% de lo que enseñamos a otros


No se trata de asistir a muchos cursos de formación.

No aprendemos aquello con lo que no conectamos.

Aprendemos más cuando nos enamoramos del problema que tratamos de resolver.

Emprender con el conocimiento es innovación

Lo que hace que emprender sea tan difícil es que los comportamientos más productivos no suelen ser aquellos que preferimos.

Las personas acabamos eligiendo dentro de todo lo que “tenemos que hacer” lo que más nos apetece, lo que se nos da mejor o lo que cubre mejor el riesgo de lo que no quiero que pase.

Las emociones son muy malas consejeras para tomar decisiones sobre riesgos.

Sin un sistema para tomar decisiones, cualquier emprendimiento acabará “quemando” el dinero que tiene a su disposición antes de conseguir resultados.

En cambio, cuando has conectado con las necesidades de los clientes, evolucionar con ellos es mucho más sencillo y menos arriesgado que intentar inventar un maravilloso producto que nadie va a comprarte.

Ser mejores enseñando nos hace mejores aprendiendo.

Cuando te apasiona lo que estás aprendiendo, no dejas de practicar, y cuanto más practicas mejor lo haces.

El círculo virtuoso de aprender a progresar con tus clientes nunca termina.