Uno de los retos para todos los que dirigimos una empresa es tomar decisiones en la incertidumbre.
Ante el paradigma actual de transformación, es imprescindible que nos cuestionemos lo que estamos haciendo.
Dirigir una empresa, implica que nos tenemos que hacer preguntas sobre cómo mejorar nuestro negocio, sobre cómo resolver mejor las necesidades de los clientes.
Hacernos la pregunta adecuada puede actuar como palanca de cambio para desatascar cualquier obstáculo y hacer progresar el negocio.
Pero las preguntas más efectivas para cambiar suelen ser incómodas.
Impulsan una reflexión sobre todo aquello que no está funcionando.
¿Alguien puede obviar cómo ha cambiado la pandemia nuestros comportamientos como personas y como consumidores?
Cuando el problema ya ha aflorado, no podemos ignorar que existe.
No podemos seguir en el día a día de nuestro negocio como si no fuera a tener ninguna consecuencia en nuestros clientes.
Los de hoy y los del futuro.
La transformación digital hace aflorar la necesidad de que las personas que forman parte de cualquier empresa tengan que adaptarse a lo que este cambio representa.
La realidad es que la mayoría se resisten a cambiar.
Una de las formas más efectivas de impulsar los cambios es mediante la reflexión y la conversación.
Es el momento de tener conversaciones incómodas.
Por eso necesitamos menos “servicios profesionales” y más “servicios humanos”.
Tomar conciencia de ello ha provocado que hemos dejado de autodenominarnos “consultores”.
Según la Wikipedia, un consultor es “un profesional que provee de consejo experto en un dominio particular o área de experiencia (…). La principal función de un consultor es asesorar sobre las cuestiones sobre las que posee un conocimiento especializado”.
Cuando añades la dimensión humana a la consultoría, es imprescindible buscar una conexión más real con el equipo de personas que forman una empresa.
Las personas son la palanca del cambio.
El problema siempre es el mismo.
La solución, adaptada a las personas de cada organización, siempre va a ser diferente.
La economía del conocimiento supone nuevos retos a la forma de organizarse de las empresas.
El más importante es abrirse al exterior y colaborar con otros para ampliar la perspectiva.
Nos hemos transformado de consultores a “conversadores incómodos” porque buscamos opciones proactivas que ayuden a construir el futuro de nuestros clientes.
La personalización encarece el coste, pero la humanización multiplica el valor recibido.
El reto de cualquier transformación está en la comunicación.
Entendemos la empresa como una red de conexiones de personas que colaboran para aportar valor.
Muchos negocios no se están haciendo las preguntas difíciles que toca hacerse.
La perspectiva externa para apoyar procesos de cambio y transformación organizativa puede ser el estímulo perfecto para hacerse este tipo de preguntas.
El punto de partida imprescindible es el marco mental de colaboración que hace posibles las conversaciones incómodas.
¡Seguimos!
¿Las mejores conversaciones incómodas no son las que se hacen con sinceridad? Hay que aprender a tener conversaciones con sinceridad porque la cultura en que hemos vivido no nos lo ha enseñado y es alérgica a la sinceridad y amiga del miedo y de las apariencias. ¿Podemos aprender a dar y a recibir conversaciones incómodas con la condición que sirvan para ayudar a la persona o a la organización? La verdadera comunicación está en la sinceridad y en la capacidad de digerirla cuando es agria, pero útil. ¡Buena semana!
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